La "Barra de Nanaimo" es un postre de origen canadiense que se ha popularizado por toda Norteamérica. Su nombre procede de la ciudad canadiense de Nanaimo, en la Columbia Británica, costa oeste de Canadá.
La receta surgió a comienzos de los años 50: un ama de casa la incluyó en un libro de recetas que se vendía en esa época para recaudar fondos. Pronto se hizo muy popular en muchos hogares de la provincia, vendiéndose también en muchas de las cafeterías de Nanaimo. Posteriormente se extendió por Estados Unidos, aunque muchos neoyorquinos afirman que surgió en su ciudad.
Existen muchas variedades de la receta original: se pueden cambiar algunos ingredientes, así como las distintas capas que componen la barra.
Vamos con la receta.
INGREDIENTES:
Para la capa inferior:
- 115 gr. de mantequilla derretida
- 50 gr. de azúcar
- 30 gr. de cacao (Valor)
- 1 huevo batido
- 50 gr. de coco rallado
- 60 gr. de nueces picadas
- 160 gr. de galletas tipo "digestive"
Para la capa media:
- 110 gr. de mantequilla
- 50 gr. de nata
- 30 gr. de polvos para hacer flan
- 200 gr. de azúcar glass
Para la capa superior:
- 115 gr. de chocolate fondant
- 28 gr. de mantequilla
ELABORACIÓN:
Capa inferior: derretimos la mantequilla y la mezclamos con el azúcar y el cacao. A continuación añadimos el huevo batido y mezclamos hasta que esté bien integrado. En otro bol, mezclamos el coco, las nueces y las galletas trituradas.
Unimos las dos mezclas y coclocamos la masa resultante en un molde cuadrado o rectangular (cubierto con papel de horno para facilitar el desmoldado), presionando y alisando bien para que quede bien compactada.
Capa media: batimos la mantequilla y la nata. A continuación añadimos los polvos de flan y finalmente el azúcar glass poco a poco hasta conseguir una crema suave y lisa. La extendemos sobre la capa anterior y metemos en el frigorífico.
Capa superior: derretimos el chocolate y la mantequilla en el microondas (con cuidado de que no se queme) y cuando esté templado cubrimos con la mezcla la capa media, extendiéndola bien por toda la superficie hasta que quede bien cubierta.
Conservamos en el frigorífico. Para servir, dejamos que se temple un poco y lo cortamos en cuadraditos.
La gran ventaja de este dulce es que no necesita horno y, aunque parece laborioso, es muy fácil de hacer.
Delicioso con una taza de café o té caliente una tarde de invierno.